Los rostros que hablan. Foto por Julio Bravo. |
Nuestro país es un muerto viviente.
por Julio Bravo.
Nos desplazamos en la noche desfigurada; los oscuros rostros son un tropel en los que ninguna cara nos es íntima: la noche termina siendo una desfachatez, la muerte sin cabeza. Todo amanecer siguiente es una práctica para el estiramiento, para lo que no se pretende y nos desafía; son mil saltos de garrocha cayendo en una colchoneta, es el vivir día a día simpatizando con la vacilación del porvenir. Admito que no puedo continuar, verdaderamente no hay palabras que reconforten la amputada alma de la Doctora en Letras Ester Hernández Palacios ganadora del Premio Bellas Artes de Testimonio “Carlos Montemayor” con su lesionada obra México 2010 diario de una madre mutilada. Un pésame, una oración… algún alivio del lenguaje, es siempre poco. El dolor lo equipara todo, vacía y trueca vulnerable al que lo padece
Ester Hernández. Foto por Julio Bravo. |
Los que nos unimos a ella, al país, a los hombres y mujeres del mundo que han perdido a su ser querido, por nefastas guerras, estamos ahí, porque nosotros tenemos rostro, no somos cobardes para escondernos. Es tiempo de gritar a la cara puñetazos de letras, es tiempo de abrir como sea la visión de los que, dicen que nunca pasa nada. Es tiempo para que la muerte ya no intente sorprender, arrebatándonos lo que es adoración.
Conteniendo el dolor. Foto por Julio Bravo. |
En la presentación de Ester se le escuchó leyendo partes de
la obra. Qué gallarda constitución mostró en la dicción, parecía que aquellas
frases no le lastimaban más, eso parecía, pues las machacaba con coraje y desconsuelo. Jamás mermó la claridad
de pronunciar con justicia aquello que tanto le aguijonea el corazón. Preguntó si en
la guerra del narcotráfico, la corrupción y demás torturas de México, existen
héroes, yo le respondo que lo que escribió, lo que expresó aquella noche en la
Capilla Alfonsina es de héroes; una heroína que, a pesar del temblor de sus
manos a las hojas no titubeó en testificar lo que una madre les incrimina a
todos. Sí, todos somos culpables de que las cosas sigan como están, todos.
No hay temor. Foto por Julio Bravo. |
“Me acerco a la camilla. El cuerpo está cubierto por una
sábana. Pálida como sólo pálida es la muerte, el pelo recogido y un tubo en la
boca. Aún así, nunca ha sido más hermosa la muerte.” El retrato de la muerte nos asemeja a todos,
cualquiera de nosotros puede verse así en cualquier momento. Y no se niega que
esto algún día nos suceda, pero podemos creer que se vivirá tranquilo, que la
partida llegará a su debido instante. Pero aceptarlo que pase de manera
violenta, de forma absurda, eso ya no puede permitirse. Estaría de más abundar
en los tipos de muertes, ya sea por robo, secuestro, violación; todas ellas las
vemos diario en los periódicos y noticieros, entonces suelen parecer ya, hechos
cotidianos sin reparo. “26 años tenía mi hija, 26 veces cruzaron su cuerpo
balas asesinas, 26 veces le quitaron el color, el aliento… la vida. 26 veces se
clavan las mismas balas con un martillo en mi cabeza. Me rompen, me vacían. No
lloro, no grito.”
Ester y una de sus hijas. Foto por Julio Bravo. |
Ahí está la poesía que embellece y estremece el relato de lo
real, ahí está la literatura que indignada, canta y teoriza las causas… indaga
en los hechos para ofrecernos razón, entendimiento. “Materia maltratada y
sangrante, cabeza lapidada, brazo que despedaza una granada, pecho apuñalado…
Espalda acribillada.” Será que Ester tiene una voluntad maciza, será la poesía
que le obsequió la templanza; será que superar la perdida es una enseñanza de
la sabiduría, la más cruel. La obra es
evidentemente una madre desecha, un testimonio recalcitrante; la fotografía más
repugnante de un país que se deshace a cachos. Podemos atisbar el dolor de la
Llorona que perdió a sus amados hijos. “En lo único que creo es en el poder de
las lagrimas. Que me dejen llorar con todas la madres que han perdido un hijo…”
Aquí es bueno apreciar un apunte que realiza Gilberto Prado Galán en Los ojos de la Medusa: “Las lagrimas
liberan las tensiones que devastan la cotidiana vida de los mortales: abolición
de la angustia, disipación del dolor y regreso simbólico al umbral de nuestra
vida.” La labor que ejerce Ester en su libro, es una que nos urge realizar todos, entendernos desde su dolor; un mismo dolor nos aqueja a todos,
solidarizar con el hermano en sociedad es prioridad, entender el dolor propio y
el ajeno. “Al amanecer, mi cuerpo duele, pero es más fuerte el dolor del vacío.
Un miembro amputado duele.” Hacer el esfuerzo, estimar un poco de tiempo en
inmiscuirnos en el sufrimiento del otro, para ser más humano. Otro fragmento
del libro Los ojos de la Medusa nos
aborda el dolor desde el entendimiento de Miguel de Unamuno: “… a un hombre le
duelen sus muertos en la guerra, la tragedia insomne de haber perdido a sus padres,
la pesadilla brutal de ver morir a sus hijos…” Podremos un día dejar de ser
despiadados, unificar las voces por un mismo grito, basta de penalidades, basta
de excusas, de solapar al zombi de nuestro interior. Ya sé, quizás sólo cuando
les pase en carne propia abrirán sus ojos. “Uno nunca se imagina reconociendo
su cadáver. Nunca, esperando en el crematorio sus cenizas.”
Unificado abrazo. Foto por Julio Bravo. |
Para finalizar les comparto un vídeo de Enrique Bunbury, una canción que fundamenta que el camino está en sensibilizarse con el prójimo. El humanismo nos hará libres.