martes, 19 de diciembre de 2017

El Grafiti como padre del nuevo arte mural.

Cynthia Arvide, periodista independiente con su libro "Muros somos los nuevos muralistas mexicanos". Foto Julio Bravo.



Las fachadas y los muros que pintar.


Julio Bravo


Comenzaré a la sazón del discurso; con el pecho henchido de Chara. Voy a disfrutar éste solemne trino ante el púlpito fantasma de lo digital. 

        Quiero sonar al agradecimiento cooptado en la boca, con mi voz suturada al pulso del bolígrafo. Así como Octavio Paz en Estocolmo tomó la gratitud y supo desgranar en texto y palabra, así, celebro “Muros somos los nuevos muralistas mexicanos”, un libro de Arte urbano que localiza a 20 artistas del mural. Aplaudo la investigación de la autora; investigadora y periodista Cynthia Arvide que tras años de recolectar anécdotas y testimonios, funde en documentos lo que podría fenecer en lo efímero; aquel libro visual se carga de permanencia y posteridad.

Cynthia Arvide y La Cifra editorial, unidos por el libro de Arte urbano. Foto Julio Bravo.

Al hojear Muros somos… entiendo la magnitud de la longevidad del ser, es decir, nos acercamos al re encuentro con las costumbres más antiguas del Planeta. Pienso en Sumeria, Egipto, Grecia; Aztecas y Mayas en Mesoamérica y, las imágenes que retengo en la memoria son aquellas murallas de piedra pintadas con Dioses y Héroes, contando leyendas de la idiosincrasia de cada pueblo. Entiendo hoy, que estos muralistas del siglo XXI figuran bajo las mismas leyes, cuentan con la tradición y sin ella una historia distinta de nuestro entorno cotidiano sería cantada. El acto de colorear una pared, de rallarla con la sentencia de que el padre de éste arte callejero es el Grafiti; resulta de un suceso de marcar territorio, de dejar huella para la eternidad. 

        En la Roma del año 753 a. C., se especula, que las gentes inconformes con el César, garabateaban los muros de las ciudades con afrentas políticas; chismes y rebelión. En el milenio que corre, realizar grafiti, es también una postura de protesta social, un dialogo urbano con pintura, concreto y humanidad. Todo esto convertido en la posibilidad de mostrar realidades a los ojos del paseante, a los ojos del vecino; a la visión completa de un país y sus ciudadanos. En la era de Internet, la evolución del street art se posiciona en la frescura del muralismo mexicano que obtiene referencia desde artistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros por nombrar algunos de nuestro México. 




Cynthia Arvide relata que todo surgió haciendo un reportaje y de ahí el interés por el muralismo moderno. Desde 2012 comenzó a entrevistar y ponerse en contacto con los muralistas del México actual, rescatando un valioso material que pudo complementar con la fotografía de Federico Gama y así La Cifra editorial consolida en un libro de gran formato. Lo que narra Cynthia sobre el muralismo de artistas como Saner, Fusca, Jesús Benítez y demás personajes, se sitúa en el tema generacional; estos talentosos muralistas comparten nacimiento entre fechas que coinciden en los años ochenta y noventa. Temas como la mezcla y la postergación son descritos por Cynthia y, se condensan en que el sentido de hacer muralismo proviene de la diversidad de ideologías artísticas. El color y la alegría de pintar un muro gris y replantear su rostro es la constante. La transformación de la fachada en símbolo y tradición; en sueños que puede compartir la comunidad es la tentativa para que cualquier muro de la calle, cualquier muro del mundo tenga una nueva identidad pictórica.


sábado, 4 de noviembre de 2017

Enrique Dunn, director y voz principal de la Orquesta y coro Perfect Roses. Foto Julio Bravo.



La noche de todos los muertos.

Julio Bravo


En el camino del Zackbé ya vienen los descarnados; las calaveras que cimbran de felicidad, en su regreso desde el Mictlán a probar los sabores que en vida disfrutaron. Comida y mezcal, lujos mexicanos adornados en mache… la ofrenda más vistosa de toda fiesta de la mexicanidad.

Negro y rojo y una voz en la oscuridad. Foto Julio Bravo.

Y en el abrigo de la noche del primero de noviembre, la vista se llena los ojos de calacas y otros horrores; hay ahora, una mezcla de tradición y cosa extranjera. Los niños y niñas son brujas y payasos malditos. Ya no creo en la melancolía de las viejas glorias, sin embargo, hay un rezago muy fuerte de lo que somos y en lo que ya nos convertimos, hay una identidad disfrazada que persiste en el sueño antiguo. Hoy es tiempo de dejar crecer, mirar hasta dónde nos lleva la mescolanza de culturas.

El coro de Perfect Roses. Foto Julio Bravo.
Lo mismo de siempre en mí, el pasado y el futuro que se distorsionan en el texto que redacto en el presente, en el instante que quiebra lo detenido, es decir lo intemporal. Vago hacia la música, hacia la fusión de jóvenes artistas que sangran música, amor y dolor. No es la vez primera que escucho a Perfect Roses; ellos iniciaron andadura desde el año 2009, y esta vez, me los encuentro en su ruta de noviembre, en la noche de los difuntos. En este encuentro reciente, Perfect Roses confirma su sonido único, cargado de esa atmósfera vampírica con una orquesta que trabaja la pulcritud de sus instrumentos en la viola, el violín, el cello; potentes armas de cuerdas que se cuelan en los oídos. El coro de voces femeninas, toca cada fibra sensible del alma, todo junto con bajo, batería y guitarra encarnan éste fenómeno llamado gótico sinfónico. Así que, la madrugada poblada de monstruos; de catrinas y flores tan amarillas como el sol, orientan ese camino que no es duda, pero sí vacilación, pues hoy se está vivo y mañana toca perecer.

Él, director de Perfect Roses. Foto Julio Bravo.
Siendo la sombra y la fotografía, hago uso del lenguaje florido de los que ya no están y en la noche de los muertos que regresan, el destino es seguir, escuchar, poner pulso al corazón y comprometerse a no desistir, aferrase a la vida que cada día nos revela que debajo de la piel somos el mismo rostro, el de la muerte con el mismo color de los huesos.

Celebrando a los difuntos. Foto por Julio Bravo.

martes, 11 de abril de 2017

Un asilo de libros y una playa de palabras.

Beatriz Cecilia en Librería Icaria, foto por Julio Bravo.


Sirenas en Icaria

Julio Bravo



Su voz vuelve la noche roja sobre mis papeles; la observo abrazada por los libros y permanece levitando en una lenta espiral con olor a café. En un relato mezclado con pasado, presente y memoria: Beatriz es la poeta de los sentidos y los me dueles; de las madrugadas anheladas por una Luna que incendia con erotismo, es la hechicera de un océano que se disfruta a respiraciones de mar abierto, pues cada poema suyo es crespo y frondoso; ella, la poetisa-actriz lee, interpreta con guion de un engargolado de pasta negra en la sala literaria de Icaria. Sentada a un lado del rincón que da hacia Romero de Terreros, en aquella casa, entre aquellos lomos de los libros en los libreros, hace vibrar con su poética a los guardianes de las letras y provoca olas y mucha espuma. Frente al público, la cachonda Dama pone ardor en los oídos y en la página. Con un canto fino y con sutileza; con la voz orientada al aire que recibe la metáfora hacia los ojos pulsantes y embelesados; frente a los lectores, Beatriz Cecilia sueña-sonora con una voz "cálida y maternal." En ese espacio, en ese sitio onírico, sobre la arena de la isla, se vive un experimento con las letras y el arte, una nueva raíz con las personas.


Somos historia es oralidad y canto. Foto por Julio Bravo.


Encima de esta historia apenas punteada por los dedos y entretejida por las evocaciones, pruebo a la práctica "De mis humedades vengo" y escribo un simulacro de agua con tiza: una mini ficción que versa sobre un capuchino que sabe a gloria, con un sabor a blancas nubes de volcán y poemas de un sábado lírico. Entonces; ella cantaba en la playa-librería y yo fotografiando estática en la luz de sus labios, a través de sus lentes los versos se reflejan en un juego de espejos, y yo fotografiando y ella cantaba; ahora vuelo igual que Ícaro en la mitad oscura de las sillas rosas, revoloteo en las paredes verdes y hago referencia de la presentación nocturna para renacer en el texto. 

En aquel lugar de palabras y de ríos y de estrofas quijotescas, compré su primer poemario y redacté sobre él un tiro de naipes textual; una introspección con la pluma. Y ahora el argumento toma notas sobre coordenadas ignotas, impresiones de la ferocidad creativa de la poeta en el poema. Recordé que es una sirena y que su poesía es sublime. Que sus palabras la describen exacta: "violentas y sensuales."

Con la poesía en el pecho. Foto por Julio Bravo.

Prometí de vuelta a mi cama no soltar el cuaderno y el poemario de Beatriz. Durante el trayecto, cuidaría del hijo húmedo de Cecilia, lo leí con cuidado, tratando de paladear una y otra vez en voz alta cada palabra. Allá, en el cielo oscuro la sonrisa del gato y las estrellas, en mí, el lejano mundo de Alicia y los eventos extraordinarios en una tierra de libros y escritores. De regreso a las ventanas y los muebles de la isla, reconozco a la mariposa y el trompo mexicano, la cara de Schopenhauer en una portada rectangular y a lo lejos la trompeta de Chet Baker suena; las risas y los abrazos de los ahí presentes: En la bahía con su viejo y nuevo mundo de las editoriales, traen desde sus mares sirenas con oralidad y canto. 

En ICARIA/EME se presentó Somos historia de Beatriz Cecilia y se supo por su manto verbal, eso que canta arrullando con un tono de llama y goce: y ella cantaba y yo fotografiando el relámpago en su boca; y yo fotografiando y ella cantaba un fulgor candoroso. Beatriz Cecilia, portadora del espíritu del bolero y la cerrazón, la poetisa es el romance y el fuego entero de la vida en el amor. Hace teatro con el verso, lo habita y lo llora. Es De mis humedades vengo un poemario de manos suaves y fortalecidas. Una obra de profundidades donde Beatriz se disuelve y se completa en una encrucijada donde abre puertas, atravesándolas con un universo propio y lúdico, pues sus palabras se revientan sin miedo, con piedad y sin ella: “depositar en él (su libro) mis penas, desvaríos y discordancias.” 

Nota: Las letras en cursivas provienen de fragmentos del libro de Beatriz Cecilia De mis humedades Vengo, publicado por editorial Verso Destierro en 2010 y de venta en Librería Icaria.

Dando su voz a un texto inédito. Foto por Julio Bravo.