miércoles, 20 de marzo de 2019

Domingo de jazz y carne asada.

Con la mirada puesta en el infinito de los asistentes. Foto Julio Bravo.

CENART Jazz 

Julio Bravo

Todo comienzo es una impronta de la dificultad; de preparar un esquema ajustable a los parangones del inicio. Es decir, del “buen comenzar”, sí: las primeras líneas son la punta de lanza para flechar al lector, lectora o híbrido que ande husmeando tras las letras de la Pantera.


Esa complicidad de la mirada, para prevenir un cambio de ritmo. Foto Julio Bravo.

Pues sin más, abordamos con pasos ligeros hacia el Centro Nacional de las Artes. Primero cruzamos el hoyo citadino para colocarnos del lado norte de Tlalpan, e ir a la inversa de los automóviles. Cantos de pájaro en un día de sol, tan amarillo y caluroso, que sólo por la ráfaga fresca de esa tarde, uno no deseaba estar en la alberca con una tizana fría. Sin embargo, frenamos el camino, debido a la sed; a las ganas tantas de hacerse a la sombra, de un abedul, un ciprés, por lo menos de un arbusto frondoso. Así, sentamos las piernas y el espíritu reposo, bebimos agua de limón y reíamos alternando bromas, comentarios en un discurso absurdo del estar quieto por un rato. Levantamos la corporalidad toda y devueltos a la marcha, hacia los edificios naranjas y morados, perseguimos la ruta de los olores y en un abrir y cerrar de ventanas oculares; estábamos apoltronados, utilizando de abanico la carta del restaurante, éste lugar era, nada majestuoso y sí con un toque de espacio encantador, es decir, se mostraba regio, como si lo hubieran cortado de tajo desde Monterrey y puesto aquí: como una vulgar copia y pega… aun así, la comida que solicitamos llego rápido: frijoles charros humeantes, carne asada con papas y un molcajete de pollo con queso fundido…, tortillas hechas a mano. Tan pronto como este relato, las barrigas se inflaron junto con la pereza que provoca el terminar de comer. Entonces el que sigue la lectura, se preguntará, ¿cuándo aparece el jazz?

Técnica de golpe y movimiento de muñeca en la batería. Foto Julio Bravo.

Aquí, a bote pronto, dándole vuelta a la siguiente esquina, se descifra un alto monolito robusto con ventanas como cajas donde podrían guardarse botones, hilos… galletas y broches para adornar la vieja chamarra de cuero que usábamos cuando adolescentes; pretendiendo demostrar que había rebeldía sobre las espaldas, de frente en el pecho, para confrontar al mundo con los ideales negros de piel y cierre en plata.

Las esferas creando sonidos desde el alma del instrumentista. Foto Julio Bravo.

Y un verde deslumbrante nos recibió, filas de caminantes escuchando ya, la sonoridad de los instrumentos, saltos de emoción pues la vibra de los músicos contagiaba de inmediato para bailar, para mover la cabeza al ritmo desafiante de cuatro hombres con sus cuatro instrumentos: Hi5 minimal jazz chamber music, es un cuarteto austriaco que combina la música de cámara con un jazz minimalista; esto se entiende sólo poniendo atención en la ejecución de cada instrumental que interpretan. Son sin lugar a dudas, “músicos atmosféricos”, crean a base de repeticiones y enlaces de armonía un sonido singular, que entregan al público como una fuente de sensaciones inagotable, son también efímeros, pues acostumbrados, los oyentes del jazz a instrumentales de larga duración, los chicos de Hi5… prefieren ser breves y bien construidos para conseguir una música que mantenga la lógica de los páramos sonoros que edifican con la guitarra, el bajo, la batería y la marimba, esta última de uso raro en este tipo de agrupaciones jazzísticas. Contentos con la aprobación de la gente que visitó el césped del CENART, tocaron al final dos piezas más, se les miraba frescos, re encontrados con su propio arte, como si aquello que sucedía entre las cinco y seis de una tarde de domingo, fuera el desafió de verse por vez primera en el escenario. Fugaz y entretenido fue el concierto de la banda Hi5… que desde Austria llegaron a tocar en México.