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El homenaje de Chavela, foto por Julio Bravo. |
La muerte cumple años.
Por Julio Bravo.
Ponme la mano aquí Macorina, ponme la mano aquí… y ahí, justo en el corazón, la mano de Chavela se posa, nos atrapa. Ella la chamana, la poetisa, La Dama del Poncho Rojo, entró en casa llena. Aunque rechazada por un tiempo, con un éxito internacional en París en Madrid, Chavela Vargas supo reponerse, combatir, finalmente México la consideraría suya. Qué no sufrió la llorona, pobre por mucho tiempo, parrandera y apasionada. Descubrió el alma verdadera de la mexicanidad, quizá por eso el pueblo no le daba su lugar de honor; quizá el estúpido ego de las masas y de las minorías, los hizo enfadar y no apreciaron lo que Chavela nos tenía para todos. Una hermosa mujer de Costa Rica era más mexicana que todas. Chavela entendió cómo cantar y hasta que beber, nada le falto, le sobraba valor, honestidad. Conquistando a viejos y jóvenes, no tendría que utilizar recursos, como mencionar en una canción, la bebida más famosa del país, o salir como una mujer, montada en un caballo dueña de una enorme hacienda en una vil novela. No, Chavela intentó lo imposible, ser naturalmente mexicana, se adaptó cada día, conoció la necesidad de la calle, probó la mínima suerte del artista.
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La María Tepozteca, foto: archivo.
Murió un domingo cualquiera, ella misma lo predijo. La muerte siempre nos ofrece una lección sencilla, al ser humano debemos valorarlo todos los días, y al artista por igual como al ser amado. Si da un concierto y nos gusta, asistir es deber, si un homenaje se le rinde, hacerlo en vida es lo mejor, después ya para qué. La María Tepozteca falleció el 5 de agosto en Cuernavaca, para el día 6 un lunes en Garibaldi nuestras botellas fueron alzadas, los cantos no serían sordos, y le gritábamos a Chavela en su ataúd para que se levantara, para beber juntos la última copa.
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Despedida en Garibaldi, foto por Julio Bravo.
Ante la muerte poco se puede opinar, la muerte nos rebana por completo. Lo que queda es el recuerdo, Chavela nos dice con lenguaje franco y amoroso, “yo quiero qué la gente me recuerde como una vieja loca y borracha” Qué no hacía Chavelita en esos estados, vivía el sueño, la noche entre mujeres y amigos, despertaba con el día, cantaba y bebía; el dolor y la pena eran magia, transmutaba su fragilidad en las canciones por una entereza descomunal.
Chavela plateada, de oscuros ojos, enérgico clamor de voces, versos empotrados en las agallas del alcohol. Chavela y Lorca, luna en el reflejo del lago, siempre luna, siempre tú.
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Adiós Chavela plateada, foto por Julio Bravo |
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