viernes, 8 de febrero de 2019

Las escritoras malditas de la literatura universal.

Evaporadas, la obra más reciente de la escritora Eve Gil. Foto por Julio Bravo.


Difuminarse en presente 


Julio Bravo 



Cuando se comienza a escribir, ¿qué proceso alquímico se suscita en el alma y el cuerpo? Quiero pensar así, en los estados alterados de la materia y el ser como métodos de transformación. Es decir, si yo deseo convertir en humo lírico el inicio de mi escrito, a qué voluntad calórica debo precipitar mi pluma. 

¡He, aquí!, que los elementos aparecen (CALOR) brasas del fuego interno inician la escritura.

Nunca ha sido mi estilo comenzar por desgranar la palabra desde su etimología; eso sucede porque yo carezco de tan preciosa virtud. Prefiero, tal gusto, dejar que sea pulcra tarea de filólogos; puesto que en mí, me parece hipocresía hacer creer al lector que tengo pleno conocimiento de las raíces lingüísticas de cada vocablo. Desde luego, para esta entrega textual sí pretendo, ahondar un poco, en el término que utiliza la escritora sonorense Eve Gil en su libro: Evaporadas las chicas malas de la literatura

Evaporar: procede del latín, evaporaré. Para una sentencia práctica esto significa, convertir en vapor un líquido. De la misma forma, podemos incluir en la interpretación; desvanecer, fugarse y todo aquel concepto de volátil. Sin perder ruta, me encantaría añadir que en mi búsqueda por desentrañar la palabra, y por supuesto, ¿cuál es el vínculo con el que la autora nombra su libro? La sorpresa no se hace esperar.

Eve Gil, hace un retrato íntimo de cada una de las autoras. Foto por Julio Bravo.


Por conocimiento del Diccionario de la lengua española en su vigésima segunda edición 2001, al consultar la palabra vapor, nos encontramos con lo ya repetido antes; éste se representa como un fluido gaseoso que contiene temperatura. Es ahí, donde sucede lo invisible-maravilloso, lo que es igual a dilucidar aquella irradiación de calor que surge cuando se desborda el brío por escribir. 

Ahora bien, lo curioso se empecina por propagar la llama y así los vapores del entendimiento suben y hacen visible la fumarola. Dentro del mismo diccionario, nos apunta que, en Cuba, el vapor es explicado como un sentimiento de cólera, enfado, irritación. Quedémonos entonces, con esta idea del ofuscamiento, así entrelazaremos mi diagnóstico de la lectura de los ensayos biográficos sobre escritoras de Eve Gil. 

Agreguemos, para mayor profundidad literaria que en un último referente, el diccionario nos comenta que la visión de la antigüedad de los vapores devenía a provocar en la humanidad accesos histéricos e hipocondríacos. Es aquí, donde se tiende el puente entre la lectura y las ideas. Mucho de lo que Eve Gil revela de la vida y obra de las escritoras malditas, como yo las llamo, procede de éste concepto de evaporación (quizá sólo sea mi percepción instantánea), y es verdad, hay un místico encanto que me provoca dicha expresión. Puesto que podemos formular varias hipótesis, en torno a ello (evaporadas). En un primer atisbo, tenemos que la mayoría de las escritoras deseaban eso; sentirse disueltas en la literatura, ya sea porque no confiaran en su labor literaria, ya porque se sintieran minimizadas, ya por complejos y decepciones propias de la vida. Otro análisis sugerente, está emparentado con el del ardor que evaporiza; unas cuantas escritoras sentían el entusiasmo de ir en contra de la normativa social, incluso, aquel humo de su hoguera era ir a contra corriente de sí mismas. Uno más y en el que valdría hacer un paréntesis exclusivo, porque se presta para hacer un hermoso juego de letras, es que son EVA-PORADAS, lo que queda ilustrado como las Evas que han tomado la escritura universal con una voz de mujer para romper el canon literario del machismo y evanescerse como una estrategia dentro del mundo de la literatura confeccionada por hombres. Cito a la autora:

Lo que las emparenta a todas, sin excepción, es su condición “bovaresca”; la necesidad de evadirse a través de la escritura y la literatura… (…el acto supremo de la rebeldía: la inmolación). 

La autora sonorense Eve Gil. Foto cortesía de la escritora.


En estas palabras de Eve Gil, no sólo se configura una pista a seguir, y el terreno se allana para una comodidad comprensiva; semejante hallazgo aumenta el valor de la fuerza literaria de cada una de las autoras. Vamos a servirnos de los calores en ebullición de la creatividad y subrayemos dos palabras, evadirse e inmolación, son estas los referentes más clarificados en los que la palabra evaporadas tiene su máxima indagación. Porque no, acudir a otra imagen de una de las poetas más significativas de nuestra literatura nacional: 


salgan signos a la boca 

de lo que el corazón arde, 

que nadie creerá el incendio 

si el humo no da señales. 


Esta angelical voz de sor Juana Inés de la Cruz, es un coqueteo como una prístina llave que abre todos los cerrojos del enigma. En las alturas de la poesía de sor Juana este carácter rebelde es similar al de las escritoras malditas, pues si la combustión interna no se propaga fuera de sí, poco interés suscitara el fuego. Pocos creerán que hay un incendio intrínseco que no sólo desea propagarse inmisericorde, sino que, pretende intensificar para ser presenciado por los ojos del mundo. 

Después de que brasas y hoguera dejen de irradiar las condiciones flamígeras de la insurrección textual. Hagamos sitio, para otro rojo sueño incandescente que se suscita como un personaje más, y éste es, sin más ni menos, que nuestro país. Cómo y de qué manera, nuestra tierra rebelde y encarecida por sus bellezas naturales se convierte para unos, en la ilusión máxima de vida. Algunas autoras que Eve Gil describe con temperamento de cuentista, encontraron en México un lugar para bien morir; hallaron un cómplice, aquel páramo único, donde ellas, autoras excelentes, depositaron su alma para crear, para sentirse libres o, por lo menos, para olvidar la mortificación que día a día desgastaba la substancia de vivir reprimiendo la autenticidad de ser uno misma. 

Un lazo secreto se pondera en un punto geográfico, lo magnifica. Así lo que en literatura conocemos como atmósfera narrativa, se convierte en un personaje principal y tan vital, que por más que potencias como Estados Unidos de Norteamérica y xenófobos mundiales, intenten vez con vez, evaporar a México y toda América latina, jamás lo van a lograr. Las escritoras, humanas y sensibles; bipolares y adictas; tan echas de carne como cualquiera de nosotros. Provocan en mí satisfacción, y ahora, en quien el impulso lo invite a leer la obra de Eve Gil, sentirá orgullo por nuestra amada patria tricolor. Y una dicha benévola por descubrir autoras que en su momento fueron ocultadas de la literatura por el hombre.

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