Mónica Soto Icaza |
Tacón con tacón se paga.
por Julio Bravo.
Entonces el amor… como ardiente fuego, incendia, fragua el color rubicundo en cada inquieta alma; el amor entonces se manifiesta, irrumpe violentamente para cosechar ternura. Instalado en el corazón de aquel que desea sentirlo, el amor alimenta y traduce: todo lo que un día no tuvo lenguaje; nadie quiere morir sin conocerlo y tampoco nadie quiere morir esperándolo. Las contradicciones de este sentimiento son tantas, en ocasiones tontas; las desilusiones abundantes, los juegos románticos a veces queman, duelen, y, otras veces enamoran. Quien lo ha vivido, lo conoce a fondo; lastimero, cruel y mentiroso, así también puede ser el amor. El ser humano puede amar con una fuerza inexplicable, incluso en el terreno del beso y la caricia, el amante puede ser despiadado.
“Fausto hizo una fogata con mis tacones cuando se encontró mi colección de condones. No, no es un verso sin esfuerzo, fue una verdadera tragedia.” Así comienza el primer capitulo de la novela de Mónica Soto Icaza “Tacones en el armario”, una novela con un lenguaje sencillo, suspicaz. Con tintes internamente eróticos. El retozo de las relaciones amorosas, aquel camino entre fidelidad e infidelidad. Un tema recurrente en nuestros días. Pero no por eso, debe pasar desapercibido, quizá esto sea lo que la escritora pretende en su lectura, analizar de que manera la mujer y el hombre se comportan. Cómo y el por qué finalmente una relación de “verdadero” amor se destruye. Es evidente que con el principio del libro, citado más arriba, no pueda uno dejar de pensar que, la protagonista de la novela pasa por algo penoso, su marido ha encontrado la supuesta evidencia y, decide efectuar la venganza.
“Poco tiempo disfruté mi condición de bien casada hasta que el trancazo de saberme tan común y corriente me decidió a cambiar el rumbo.” Ángela y Fausto eran la pareja perfecta… seres decididos y talentosos, con una económica estable, con la desazón de un matrimonio que se entiende poco, o que por lo menos, el ver que si el otro camina y come, es sinónimo de felicidad marital. Poco aparenta la preocupación de los casados. Es difícil establecer razones para dar por terminada una relación. Pero un punto vital de ruptura se evidencia, en el descuido de uno de los enamorados. Es decir, que el interés por el ser amado decae. Otro punto neurálgico que no se atiende, y por el cual muchos noviazgos terminan es el de, la incomunicación. Es cierto que los problemas se dan, pero que no tengan solución es mayor problema, y si la comunicación de pareja no existe, todo puede arruinarse pronto. Quizá uno de los puntos más lastimeros y frágiles sea el de los celos, es indudable que la mayoría de las relaciones amorosas, son fracturadas por este padecimiento fatal; que bien puede ser por una falta de autoestima, por un excesivo complejo de seguridad y otras tantas cosas.
El libro de Mónica plantea un problema unitario, el engaño. Es doloroso saber que esa persona que amas, un buen día termine tirando todo a la basura. Que siga a tu lado como si nada pasara. Perdonar el engaño conduce a ser infeliz, al trauma y la desesperación. Sencillamente después de la infidelidad, todo se derrumba, se pasa por un estado de completa destrucción, el desanimo por la vida aparece y el suicidio es una golosina, excelsamente decorada en un pedestal. El libro
describe perfectamente el viacrucis de la decepción, aquel arrebato nutrido de odio. “…, tampoco quería ser el ama de casa resignada a la infidelidad de su marido, mi matrimonio era una farsa.” Así llega la dulce venganza, y el ojo por ojo sangra, el personaje de Ángela decide elaborar su desquite en contra de su esposo Fausto. Los pasos en la perversión nunca son fáciles y finalmente cuando se piensa en contraatacar el engaño, para pagarlo con la misma moneda, no se resuelve nada en realidad, y sí, se cae en el mismo círculo vicioso. O sea que, lo más fácil parece ser, si me engañas te engaño, si lo pensamos mejor; el engaño se convierte en un mal sin fin. “Esa noche las cenizas formaron un engrudo que completó mi alma, me congracié con mi vida y decidí perdonar a mi marido.” La prueba verdadera es la de perdonar, perdonar la miseria del otro, no perdonamos su falta de respeto hacia el amor, sino, perdonamos su carencia de sinceridad y afecto. Al perdonar nos damos a nosotros libertad, se despoja lo que nos ata a la podredumbre, y es entonces cuando el amor tiene una segunda oportunidad.
Firmando mi libro de "Tacones en el armario" |
Lo más importante que me presento el libro, fue el de siempre otorgar amor sincero; cuidar la relación exige del amante pureza y verdad, no se trata de mantenerla con banalidades y detalles. El amor se alimenta a diario. Conservar lo nuestro con cariño y convicción es fundamental. Hacer el amor y no la guerra. El amor verdadero te reinventa, te hace ser tu mismo, el amor enseña amor.
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