viernes, 14 de septiembre de 2012

Pintamos nuestra casa.

Roa en acción, foto por Julio Bravo.





En los muros de un pueblo. 

 Julio Bravo



Todos somos dueños de nuestro tiempo, de nuestra ciudad. Frente a los decorados muros, mi mirada se congela; los rastros de la humanidad son huellas cromáticas, trazos y líneas. El juego de los rostros, de los símbolos; de aquel legado plasmado por las manos del artista. 

Antes de la caída del muro de Berlín, poetas y pintores decidieron re interpretarlo, lo cargaron de un lenguaje pictórico, le devolvieron la voz que un día sólo tuvo por medio de la dictadura de un tirano. Finalmente su voz decidió el derrumbe. Y no sólo los artistas tomaron al muro, también la gente común se unió; cada uno de ellos sumaron su esfuerzo, su creatividad; la libertad sorbió sus primeras bocanadas de alivio. El arte es un ente revolucionario por la única razón de evolución. La historia del mundo también es una historia de imágenes, siempre lo ha sido. Siempre la necesidad por enmarcar en la memoria del hombre el pasado, ha permitido que nuestro lenguaje gráfico permanezca, se transforme. Para culminar con la marca de lo que hemos sido.


Roa retocando, foto por Julio Bravo.

No está de más hacer una revisión de la magnitud que tiene el arte visual, de igual forma podemos preguntarnos ¿cuál es el fin?, ¿cuál la necesidad? Basta con tan sólo asomarnos a nuestro interior, muchas veces nuestros recuerdos únicamente son: imágenes, instantes de un momento fraccionado. Hoy tenemos un gran reto, cada día y a cada hora lidiamos con rostros familiares o desconocidos; con carteles publicitarios, comerciales de televisión e imágenes por Internet, etcétera. Entonces, entendemos que nadie puede escapar de lo visual; los muralistas mexicanos sabían de la fuerza de la pintura. Llevaron el arte a las calles, los sacaron de los museos para que los privilegiados fueran la ciudad entera. Porque los ojos del mundo no pueden estar ciegos. Me bota así una reflexión que estimo viene al caso y nos ayudaría a reformar la idea del poder visual. ¡Quién no ha visto tantas veces el rostro de Jesús o el Che, o las letras de The Beatles impresas en una playera! Quizá a algunos pocos les ha cambiado su vida. Las imágenes pueden ser utilizadas con cualquier objetivo. La segunda guerra mundial gozó de una propaganda hitleriana perfecta, la esvástica es recordada con temor para algunos, en la religión para otros, la cara de Juan Pablo segundo les genera una paz interna. El beneficio de una imagen es imparcial, debemos orientar las imágenes para crear conciencia, re-evolución para una libertad mental.

Roa y su serpiente, foto por Julio Bravo.

Considero que el grafiti es o puede ser el muralismo del siglo XXI, es por eso que éste tiene que ser revolucionado, manejar una crítica social mucho más concreta, jamás debe vacilar y siempre debe de ir más allá, sólo así, dejará una huella de concientización en el ser humano. Tampoco quiero decir que esto que menciono no exista, claro que lo hay, pero para la mayoría de la gente pasa a último termino, y lo digo porque en ocasiones la masa que no se encuentra dentro del grafiti, suele estigmatizarlo como pintas y rayones en la pared; como letras sin sentido y monos horribles, y no es así. En las filas de este arte urbano, existen artistas comprometidos con la cultura y la sociedad.

Por eso, aquel llamado me instigó a visitar el pasado festival de grafiti realizado en México: All city canvas, donde nueve artistas urbanos transformaron la cara muda y lisa de algunos edificios representativos de la urbe, lo mutaron con la expresiva imagen de sus ideas. En esa ocasión mi querida acompañante me apuntó: “sube al edificio donde está él y toma muchas fotos”, eso me provoco al instante, aquel empujón que me permitió obtener otro enfoque, y, después analicé, “eso vale la pena”; acaso no es cierto que el atreverse es una actitud que pocos tienen, porque para bien o para mal, aquellos atrevidos a realizar una difícil ó fácil empresa, nos han regalado un patrimonio imprescindible. Quién podría negar el gran valor de una fotografía, de un vídeo; de una obra artística que trasciende y quizá al verla nos llene de valor para afrontar la vida, la realidad misma.

Necesitamos pintar las fachadas de nuestra ciudad con un buen propósito, ya sea artístico, ideológico, contestatario. Colorear las paredes para hacerle saber a los demás que cuentan con nosotros, que hay en la imaginación de algunos un sueño para todos, que el arte sí libera, sí nos da esperanza. Aquí las imágenes hablan por si solas.
                       

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