lunes, 29 de octubre de 2018

La existencia de un único Creador, o la falacia existencial.

Representación de Cristo y libro de Frédéric Lenoir. Foto Julio Bravo.




En ti, en mí y en todas las cosas 


Julio Bravo 


En un principio mi voz se había ceñido a alta mar; fuego volcánico brotaba con estoicismo para después convertirse en brea, para más tarde ser roca amorfa de afilados picos. Con vehemencia de eco alcancé bosques, montañas vibraron y de ríos y cascadas esta lengua mía fue auscultando la savia. Visité murallas construidas por manos de hombre; decodifiqué símbolos animales en la piedra; dormité junto a bestias legendarias que cuidaron mi sueño. De las divinas mujeres, estudié, a su lado, hombro con hombro los arcanos de la tierra. 



El habla, emergente de mí, jamás disipó su ruido existencial; cruzó los dolores del mundo: heridas que son el éxtasis de la resurrección. No callé, y sí, a cambio, no pude dudar que en mi SER se cosecha una palabra pocas veces escuchada. Pocas veces su exorcismo liberó los corazones más maniatados por el pecado original.

Filósofo y escritor francés Fédéric Lenoir. Foto Julio Bravo.

Alguna vez escuché, leí; quizá Jesucristo mismo descendió del madero en cruz y me habló en una parábola onírica: “No busques al Padre en el templo, ni si quiera a mí, su Hijo.” 

Entendí que para encontrar al Creador bastaba con hallarlo debajo del granito; sentir su inmensidad y mirarlo en la fisonomía del árbol. El Señor: Padre-Hijo-Espíritu santo, está en permanente esencia en todo lugar y en cada una de las cosas creadas. 

Acudí al recinto de profundos pasillos lacados con oro. El catolicismo en una iglesia de mi tierra de venado y serpiente. Acá, en la parroquia de la excelsa patrona de los tuberculosos, justo en la mitad, entre santos y vírgenes, Jesús rodeado de querubes; flagelación, sangre, penitencia entorno a las nubes de la cúpula me circundaban y pensé... Estuve ahí, en silencio, para recibir la Gloria, la protección con los labios rezando de manera taciturna; con ojos herméticos se elaboró una plegaria de armonía.

Dios, libro editado por editorial Kairós. Foto Julio Bravo.

Comenzaré así. Esperando que la formula inicial desemboque en ésta rogativa; transformada en prosa y testimonio intrínseco. Respondo silente en mis entrañas, ¿no será caso, el rechazo, la tesis que aquí sospecho? Es decir, la mayoría de quienes aceptan ser ateos; prolongan su creencia en que DIOS no existe, pregonan también, que de manera histórica los personajes y relatos de la Biblia no cuentan con veracidad documentada y arqueológica. 



Desde luego, tal decisión profunda; consciente o no, alberga en ella, una determinación iniciática; puede proceder de tantas formas invariables en cada uno de los individuos que atestiguan su ateísmo. Quizá la desazón de la existencia, el gigantesco repudio por el mutismo celestial, y esa carencia de encontrase fuera del reino de los cielos y no poder acceder a la realidad sagrada de un Dios sin presencia física e incomprensiblemente visible en todas las maravillas del Universo es, en última instancia, el factor que produce la negación de una divinidad única y creadora del todo. 



Aquí, aparece entonces, lo que explica Frédéric Lenoir en su libro Dios; un estudio serio y desapasionado que le llevó tres décadas de investigación y análisis. Él, lo llama la inmanencia divina y así lo expresa: Dios o lo divino está presente en el interior de mí, en el interior de mi corazón, pero también en el interior del mundo. Más adelante el filósofo y escritor francés apunta que las religiones monoteístas, para no crear un conflicto mayor dentro de la concepción divina entre hombre-Dios-naturaleza, optan por mantener el equilibrio en dos latitudes hermanadas, entre trascendencia e inmanencia, aseverando: Dios es el “Por completo otro” al que se adora, al que se venera y al que se teme. Pero, al mismo tiempo, está presente en todas las cosas y se encuentra en nuestro corazón


La fe, la religiosidad; acudamos a cuestionar con cierto resquemor por aquellos acólitos: representantes legales en quienes práctica y doctrina se fundamenta la institución eclesiástica. Son ellos, sin duda alguna, sus mayores detractores internos, es decir, como verdaderos fanáticos cosechan apatía e infortunio en los creyentes y, para muestra, el odio a todo aquel que no se santifique ante las sagradas escrituras (Biblia), odio a todo aquel que no acuda a la misa y otorgue el diezmo. La pedofilía; la justificación de guerras, de castigos a pecadores, de penalidades santas a no conversos en nombre de Dios como el tópico más común, son mayoritariamente, las grandes lesiones que han suscitado un estado de aversión del ser humano para con Dios, para con su potestad. 

Esto y más son los tumores que han provocado en este nuevo siglo un extendido ateísmo radical. Es aquí, donde encontramos el atajo para profundizar en nuestra tesis, en la existencia real o ficticia de una deidad todo poderoso y creadora. Frédéric Lenoir cierra su prefacio con una apertura introspectiva para la reflexión en cada uno de los que hacemos la humanidad: Aunque el libro no tenga como objetivo defender o criticar la existencia de Dios, doy cuenta… mi personal sentimiento sobre esta cuestión que se me plantea también íntimamente, como a cada uno de nosotros.

Religión, espiritualidad, un ensayo que va más allá de la moral y fe. Foto Julio Bravo.


En el libro Dios de Frédéric Lenoir, apenas nos va introduciendo al texto, el autor y especialista en religiones universales, arroja un dato interesante que aborda sin darle tanto relieve. Explica con síntesis impecable que durante la evolución de las religiones, cuando todavía se adoraba a varios dioses en distintas regiones del mundo y en Egipto, el faraón renombrado Akenatón establece su reinado entre el año 1353-1336 a. C: Durante este periodo cambia la religión del pueblo egipcio a un dios único; si deseamos abrir un paréntesis a reserva de escépticos, tenemos que durante el abandono del politeísmo en las costumbres y tradiciones egipcias… Akenatón formó una nueva escuela de misterios instruida en La ley de Uno; secta cultivada en su mayoría por mujeres que dedicaban su estudio a descifrar, aprender y versar en torno a la geometría sagrada como la verdad y sabiduría de todo lo existente en la tierra. 

Mención de extremada cautela merece la constatación de dicha escuela esotérica conocida con el nombre de la escuela del Ojo derecho de Horus, puesto que, aún sin datos fidedignos; estudiosos y demás eruditos del tema como Drunvalo Melchizedek realiza una aserción interesante… dice que la escuela del ojo derecho de Horus preparó la llegado de Cristo y fue, de manera alguna, allanando el camino para la virgen María y José. 

La conclusión a partir de éstas ideas que apenas hemos pintado con nuestra paleta lírica, permite crear un debate de proporciones más amplias e interesantes. Sin embargo, aquí, en este espacio de fugacidad, tendremos que dejar a la brevedad su logro de solidez. 

No pretendemos respaldar en favor de ninguna creencia, cierta o falsa, una postura definitiva. Intentamos dejar a juicio propio cualquier atisbo de religiosidad, ateísmo en cada humano. Lo que es indispensable desmenuzar aquí es, si realmente vale para uno o para otro, la espiritualidad, es decir, algunos peregrinos necesitaran acudir a la comunidad de una iglesia para fortalecer su fe en Dios. Los solitarios sólo precisan de ir a su interior y desgajar en ellos la creencia espiritual.

sábado, 18 de agosto de 2018

Mitos y civilizaciones.

El universo de Sumeria. Foto Julio Bravo.


Desde lejana odisea

Julio Bravo

Sencillo: buscando encontraras, el encuentro es hallazgo; quizá por lo menos desentrañar aquello recóndito. Aún en la simpleza de descubrir para obtener evidencias, conocer el mundo y sus complejidades es espinoso, llegar a la verdad junto con sus misterios no es una hoja de papel que se dé la vuelta para seguir averiguando. La sencillez es la decisión irrefutable de esclarecer el arcano.
          Largo ya es lo acaecido durante millones de años en el transcurso del hombre y mujer en este girar de ciclos en la tierra. Poco o mucho se sabe desde el primer día de los tiempos. Hoy, siguen brotando del subsuelo restos, ruinas; artefactos de quienes un día habitaron el planeta.


El autor Zecharia Sitchin una figura de contrastes. Foto Julio Bravo.

La información de la historia universal tiene su propio movimiento; cambia de dirección mediante las distintas interpretaciones de los estudiosos, trueca su destino porque nuevos documentos salen a la luz y entonces hay que reescribir su continuidad. Es decir, se mueve entre traducción, conocimiento general y la propia aproximación del investigador que trata de revelar su secreto. En tiempos modernos existe una actitud incrédula, cuasi innata, puesto que acceder a la esencia más pura de lo ¿qué somos? y ¿de dónde hemos llegado? procede de la dificultad de creencias, de datos y fuentes que de un momento a otro dejan de tener credibilidad.
          Zecharia Sitchin es el hombre, científico, historiador, periodista, traductor; los motes serán invariables para describir a uno de los autores que promovió el creacionismo alienígena o, más conocida como teoría de los antiguos astronautas. Lo único real sobre Zecharia Sitchin es su obra en torno a la civilización Sumeria; escribió muchos textos, su vida fue puesta al servicio de indagar en los supuestos dioses llamados Anunnaki, afirmaba a éstos como los verdaderos seres extra-terrestres, quienes vinieron a nuestro planeta azul por oro, para llevarlo a su mundo Nibiru y poder así, ayudar a que su atmósfera tuviera un equilibrio climático.
          Dioses astronautas, transformadores por medio de ingeniería genética del homínido en Homo sapiens. Aquí nada es y todo sí, debemos ahora, trajinar con pies de plomo. Ésta figura de charlatán a sabio puede suceder de una pisada a otra. Si nos recogemos en la evolución humana, el testimonio es el arma. El mito y el testamento son las fuentes ineludibles de lo que alguna vez fue cierto; estos usos y costumbres de la pre historia podemos referenciarlos como: textos ancestrales, pinturas rupestres, tallados escultóricos en piedra, todos ellos, constituyen un contenido casi fidedigno que en su interior guardan los relatos, las claves; documentos narrativos simbólicos que a través de su codificación representan un suceso histórico real.



Uno de los infinitos libros que hoy en día se descubren. Foto Julio Bravo.
Ingresar a la región de la mitología, de las leyendas y cosmogonía de culturas antepasadas es primordial; la mayor de las  veces, éstas supuestas ficciones arcaicas confieren una comprensión que estriba en las lindes de la realidad. Quién no conoce la prístina batalla de Troya donde Aquileo demostró ser el guerrero más temible de los aqueos. Homero, sería el autor que legó para la posteridad la historia de la Ilíada. La mismísima Biblia, sagrada para sus creyentes, es el resultado de una serie de escritos reunidos de pueblos añejos que se condensan en uno solo. La epopeya de Gilgamesh es un poema de portentosa calidad artística; allí se nos cuenta sobre este rey-héroe similar al Hércules griego, el texto de Gilgamesh está relacionado con las tablillas de arcilla sumerias encontradas en la ciudad asiria de Nínive, actualmente Irak, y en aquellos relatos de milenios pasados el narrador nos habla sobre los primeros moradores de la tierra, sobre el diluvio y demás situaciones que parece ahora, fueron recogidas para re interpretarlas con otros nombres en otras civilizaciones.
          Asimilando las perspectivas aquí expuestas, se vuelve claro percibir una especie de fusión en las crónicas vetustas, es decir, si volvemos la mirada a La epopeya de Gilgamesh, la similitud es cuestión sólo de conjeturar, comparar un argumento con otro, así hallaremos el paralelismo. Ahora bien, vayamos al evento del diluvio, la versión Sumeria dice: Utnapishtim dijo a él, a Gilagamesh: Te revelaré Gilgamesh una materia oculta y un secreto de los dioses te diré: Suruppak [ciudad que tú conoces... en las riberas del Éufrates], los dioses en su interior... impulsaron a los grandes dioses a suscitar el diluvio. Siguiendo el texto, a Gilgamesh le es confesado por Utnapishtim que los siguientes dioses Anunnaki en asamblea exhortaron a Utnapishtim lo siguiente: ¡Demuele esta casa, construye una nave! ¡Desiste de bienes y mantén el alma viva! A bordo de la nave lleva la simiente de todas las cosas vivas. El barco que construirás, sus dimensiones habrá que medir. No hay más que atestiguar éste relato y confrontar con el suceso bíblico en el que Dios padre todo poderoso, encomienda a Noé erigir una barca y meter ahí a todos, hombres y animales para preservar la vida y a su pueblo.
          En el El libro perdido de Enki del escritor Zecharia Sitchin, el autor y erudito en lenguas pretéritas, traduce el relato autobiográfico de un dios sumerio, Enki hijo de Anu, el cual pide al escriba Endubsar deje escrito en tablillas la historia que durante cuarenta días y cuarenta noches Enki va a relatar.
          Vamos, si nuestro escepticismo es aún amplio, seguirá siendo la constante que impida creer su veracidad. Entonces, supongamos encontrar la analogía, en lo que ya hemos apuntado, las relaciones entre textos sumerio y hebreo, para poder entender la lectura que Sitchin interpreta de Enki. Ahora bien, Enki se nos vuelve el Dios omnipresente y dador de toda vida en nuestro planeta tierra, por consiguiente Endubsar, el elegido para plasmar en tablillas la información de Enki/Dios, sería en términos representativos Moisés del antiguo testamento. Sin más detalles, estas contraposiciones nos acercan a la verosimilitud. 
         Alejado de concretar la obra de Sitchin como un descubrimiento histórico que podría cambiar la manera de entender nuestra humanidad. Pensemos en la lectura de su libro como otra forma de narrar la creación; un mito alejado de la ortodoxia cristiana o católica. Gocemos el texto de Zecharia despegándonos del puritanismo y, disfrutemos de El libro perdido de Enki como un relato más que demuestra la capacidad de las antiguas culturas para crear memoria.    

Una epopeya más de las antiguas civilizaciones. Foto Julio Bravo.
                         

viernes, 3 de agosto de 2018

El reggae y el ídolo, una música que canta revolución.

Marlon James escritor de Jamaica. Foto por Julio Bravo.


Libro incautado
Julio Bravo

El corazón de la mañana abre su cáscara como portales de la felicidad. Tengo un alma ardiente (viejo fogón de barro donde se cocina el cariño por el Sol), asumo entonces, en mí, un espíritu de llamarada creciente y he de admirar los días en que el astro rey solar lo embellece todo.
          Sin embargo, esa luz diáfana queda allí, puesto que una vez que se ha tomado el libro, éste te atrapa por el cuello y... en ese espacio una garganta degollada hace trescientos años y una muerte en la cuna de hace dos minutos son lo mismo... Aquí,  Marlon James con estas palabras nos tuerce y mi amor por la playa y el mar, es volcado para apretujar las entrañas. Sí, aquel paraíso de nubes y palmeras con brisa marina nos va despellejando en el interior. Su libro Breve historia de siete asesinatos es una lectura que logra bajarnos la guardia, apunta con arma cargada y pone en dilema la vida.


Un texto de voces variables. Foto por Julio Bravo.


El tiempo, la muerte de un sopetón;  llegan, anidan en una especie de escozor y nerviosismo que la piel no deja de sentir con tal agudeza en este día brillante para al segundo siguiente oscurecer. Ahora escribo inseguro, con esas palabras  que remueven la certeza de vivir como una fatalidad de la existencia. Los vivos esperan a ver qué pasa porque se engañan a sí mismos creyendo que tienen tiempo. Los muertos ven que pasa y luego aguardan.
          Jamaica en tinta negra sobre blanco; la historia de un pueblo que padece la violencia, la pobreza y el hambre... Setecientas noventa y dos páginas cantan la fúnebre leyenda del intento de asesinato a Bob Marley y, aquella época de pandillas, de corrupción política en la isla más famosa por tener al rey del reggae y el uso constante de la mariguana. Este texto de Marlon James no sólo personifica los males de un país plagado de mafia y desigualdades sociales, no, también es un discurso alejado de celebrar la paz paradisiaca de sus atributos naturales y a su misma vez contempla con ojos recientes el uso desmedido de las drogas. Testimonio que petrifica y abunda en cómo una sociedad constreñida, solventa reformar su identidad en los estragos del bajo fondo de sus calles.
          Ya podemos entrar en materia de barrio, y es ahí donde yace el ánima más poderosa de la isla que es la música; su cultura moderna que proviene desde el Ska hasta el Reggae, así, se redactan los más años sangrientos de Jamaica.


Lecturas que sobrepasan expectativas. Foto por Julio Bravo.

Marlon James ganó el premio booker 2015 con esta novela donde desprende una prosa verbal de variabilidad majestuosa. Cuenta ahí, los vicios, las virtudes de los hijos caribeños de la América insular. No se trata del libreto de una cinta de cine, sin embargo, el traqueteo textual de la metralla de James rasga ese edén de montañas verdes como si saliera en tercera dimensión de la pantalla. El lugar cálido y húmedo es propenso para la muerte de otro soñador que desea la libertad y ser feliz en su tierra.
          Callejones y espesa selva donde crece la hierba sagrada del creador; humo alegre se alza, corre de boca en boca, de mano en mano quemándose y adentro del que fuma es catapultado a la visión de los dioses. Música del gueto inspira la calada profunda enrojeciendo los corazones aprisionados por el odio; por quedar fuera de sí en un territorio menospreciado que desde la temprana infancia le ordenaron llamar casa. Los delincuentes son los niños perdidos de la comunidad, los criminales son los jóvenes del histórico sitio de Kingston y sus alrededores. Separados de un terruño que debería gestionar las posibilidades vitales y económicas, su hogar sólo ofrece el crimen, defunción su ciudad. Nos dedicamos a esperar... Matamos por dinero. A veces a un men lo liquidan porque a otro no le ha gustao cómo lo miraba. Y pa matar no hacen falta razones. Esto es el gueto ¡eh! Las razones son pa los ricos. Nosotros tenemos locura.
        Esta realidad aquí ficcionada en Breve historia de siete asesinatos, revela el brutal contra sentido de existir, ya que responde a reglas de un habito oscuro que busca en la sangre, en el poder y el dinero fácil, una respuesta satisfactoria para sentirse vivo. Jamaica región de pandillas, sicarios, políticos sucios, todos ellos comparten el mismo destino, la muerte segura por pistola. Cuerpos de pandilleros que revientan como globos pinchados al recibir cincuenta y seis balazos. Sobre esta atmósfera aterradora, en las líneas de tan increíble libro editado en el sello de Malpaso, con un trabajo de traducción impecable a cargo de Javier Calvo y colaboración de la escritora Wendy Guerra; comenzamos por atisbar las luces y sombras que dominan las acciones, perversiones humanas que germinan en el individuo en sociedad. Muy a pesar de la saña, de la malevolencia con la cual se perfilan los personajes del libro ganador del premio booker, visualizó una tesis que abunda en una posible escapatoria de estos padecimientos criminales en los que los engendros que por razones propias o ajenas deciden transitar en la ruta de la mentira, la estafa y el juego terrible de los matones. Esa vía de fuga es la música; el arte de tomar el instrumento y el canto para excitar el ánima de la raíz de la tierra, de su habitante para ser el propiciador, el liberador de esos sonidos ancestrales que son amor, unión y paz... ...queríamos ir a un estudio y grabar mi tema y cantar hits y usar la música para salir del gueto.     

Un libro sobre música, sociedad y crimen. Foto por Julio Bravo.

Nota: Las letras escritas en cursivas, son fragmentos de la novela de Marlon James, “Breve historia de siete asesinatos”.

sábado, 21 de julio de 2018

De música y libertad de fiesta.

La banda Peregrino realiza la apertura de la Fiesta de la música en el museo del Chopo. Foto Julio Bravo.


La fiesta de la música en México 2018
Julio Bravo

El infierno en un día; pálido y lluvioso; incrustado en la fachada triste de la urbe, día tallado en trabajos que escamotean la consistencia de una piedra caliza nombrada recuerdo. Memoria de lo vivido entre bajos y altos relieves de los muros de la capital, constancia del presente y el pasado alternando minutos consecutivos como torrenciales que labran la prosa de una lectura a ciegas; de un encuentro con el ayer y el ahora, mezclado con ciudadano y ciudad.
          El renacer de la fotografía y el texto en un ardid para encender fogatas, para contar lo sucedido. Así, incautos ojos que persiguen estos párrafos, créanlo o no, pese a todo, uno se empapa siempre que la lluvia redobla sus gotas sobre nuestra corpórea insignificancia. Aquí, digo lo que no se escribe pues la evocación tripula veloz y los parajes se intercalan con el girar del destino de los libros y la foto, para así surcar por fin en algo más amplio y fortuito.

Sátiros la segunda banda de Funk fusión que se presentó en el Museo del Chopo. Foto Julio Bravo.
La furia no disminuye en ardientes días infernales, puesto que el mundo, nuestro sitio, nada transparente en ocasiones e indiferente, va desprendiendo láminas milimétricas de recordar y vivir. Lo que apunto con escasa claridad, está referido a un viernes frenético por quedar convertido en quincena y aguacero. Por ser especialidad de la fantasía que se entreteje con trabajo y sueño cumplido.

Lise la cantante francesa que cerró la noche de la música. Foto Julio Bravo.
La fiesta de la música estalló -un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones-; no sin antes, retirarnos la ropa mojada, comer tostadas de tinga y salir al distrito (D.F.) buscando taxímetros no alterados con choferes afables. Rememorando al poeta Rimbaud cursivas arriba, uno comprende aquella alma revolucionaria del pueblo francés.

          Empero, para los extraviados de ruta, ¿qué es, cómo y dónde nace la fiesta de la música? Ésta fiebre sonora se gestó en Francia en un acto de libertad como acción para escrudiñar los arcaicos esquemas de la segregación, es decir, la finalidad era quebrar la censura, aquel mal de establecer tú sí y tú no con una tiranía irreductible.
Esa llave es la caridad, así nació la fiesta de los sonidos en París, con una filosofía simple e incluyente; un evento musical gratuito, donde los músicos tocan por voluntad propia y el público disfruta una mezcla de bandas y géneros que apoyan la premisa del acceso libre. Sin fines de lucros, con lugares al exterior y foros cerrados que deciden resguardar en su recinto la generosidad compartida. El 21 de junio en las calles de Francia y ahora de México y otras partes del planeta; la música se apodera de las plazas para manifestar diversión y diversidad: un día para trastocar el silencio, el rumor cotidiano y mutar el solsticio de verano por un día que permita escuchar nuevos ritmos que agradecen la revolución de la armonía musical.
Si se indaga en el sentido humano e histórico, podríamos ligar la fiesta de la música moderna, con un festejo semejante a la celebración-culto de la antigua agricultura. Festejo para vitorear por los aires una guerra en contra de todo lo silente, contrarrestando el silencio con ruidos armónicos y estridentes, para hacer florecer los frutos de la emancipación del ruido melódico.

Folk, Rock y Blues en una fiesta multi sonora. Foto Julio Bravo.
La sede y sus protagonistas.

El museo universitario del chopo a vuelta de rueda con los estragos de la mugre y los baches como nidos de agua. La impaciencia por llegar a tiempo es una lenta letanía que logra enfadar a los más optimistas. Incluso con la hora ya desvanecida del retardo, uno alcanza a llegar justo en el comienzo. Allá se vislumbra las torres afiladas del museo y, en cosa de nada ya se está adentro de su fresco foro en penumbra, oyendo como los músicos afinan su instrumento.
          El voluntario fotógrafo y de aquí redactor llegaba tarde con el milagro de tener tres ojos en uno que congela, al instante la satisfacción contrajo nupcias con la oscuridad y apresure a colocarme la cámara al brazo igual que una serpiente saudita se enrolla a la epidermis del encantador.
PEREGRINO emergía de las rojas luces y con celeridad disparé instantáneas a los intérpretes; buscando entender su propuesta que ya se hacía con el auditorio entero. Folk, Blues y aquella voz matizada con rasgos de Grunge, permeaban en mí esa sensación sanadora de estar en el lugar indicado con la atmosfera idónea. Ellos tocaban con una saturación de verdes, azules y naranjas. Azul fuerte del mejor Blues salía de las cuerdas de la guitarra de Eric Miller; la raíz del Rock se expandía, y es al Rock a quien se le debe la popularización de un ente cosechado en los campos de Memphis y vuelto universal por el corazón afroamericano. Peregrino tiene en su base artística un espíritu ancestral de la tierra norteamericana que expele con profundidad y acento folklórico, el vocal Jairus Mcdonald parece desprender de su canto a la liebre, al cactus y al zorro; brotan de su pecho ingentes rocas y desiertos que hacen escuchar un sonido salvaje en un Country de una ejecución depurada. La formación completa de Peregrino ilumina el escenario con José Grageda bajista y coro, por último Ian Vázquez al fondo en la batería tocando con una fuerza animal.

Una de las bandas mexicanas de Funk más potentes. Foto Julio Bravo.
Acumulando tonalidades cromáticas y compases, mi lente captura las posturas del chico-guitarra y del hombre-bajo. El calor se concentra entre los asistentes y no hay furor más estrepitoso del que sudar haciendo las cosas que amas.
Los pies de los espectadores en Buenavista y sus ánimas contagiándose de la fiesta parisina, las palmas, los gritos celebran sin cesar lo diverso. Así entra SÁTIROS un grupo nacional con fusiones del Funk, el Soul y características rítmicas del Jazz. Aquí, en ésta dimensión abierta del tiempo, la cuarta cuerda del bajo golpea con firmeza, el saxofón se pronuncia con ímpetu y la voz femenina nos cuenta historias de nuestro México. Ya no existe motivo para no pasarla bien, todos en una misma unidad nos volvemos cómplices y la misión de combinar una banda con otra borra las diferencias que pudieran afectar a la no tolerancia. Los músicos, hijos de la patria mexicana no se detienen, armonizan el territorio del Chopo y cumplen con la tarea de enriquecer los oídos. Con cuernos y la tiara de flores, Sátiros me remontan a la vieja escuela del Rock en México. La nostalgia ingresa a mis sentidos y pienso en Santa sabina, en la Castañeda y vuelvo a creer que nuestra juventud, siempre podrá recurrir a sus mentores y demostrar que todavía hay mucho que tocar. La fluidez de un grupo y otro no dejaba de acrecentar la sorpresa y el turno final, apenas y podía resistirse.   

Lise la nueva Diva del electro. Foto Julio Bravo.
Electro pop francés.

LISE, bajita y menuda, con la coleta negra de lado, instala teclados y demás aparatos. La sombra se hace más estrecha en el centro del templete y sólo vemos a la chica francesa conectar cables; ir y venir de un lado a otro, causando mayor revuelo sobre qué show será con el que la fiesta de la música decide cerrar.
          Minutos después Lise sorprende las miradas con un atuendo brilloso de lentejuelas doradas y tacones traslucidos. Atónito el gentío se deja transportar por una voz dulce y ruidos sampleados; sintetizador en mano y una artista que para muchos era desconocida y para algunos más sonaba como de antes, es decir, como si ella nunca hubiera dejado de sonar en nuestra mente. Pues su talento al cantar se nos transforma familiar. Hablo con esta peculiaridad, respaldado por todos los que nacimos y nos alimentamos de la época de los ochenta. En Lise es maravilloso advertir esos sonidos al estilo de un videojuego y virarnos de inmediato a la balada de la canción francesa. La polifonía es un juego de luz y el canto nos estremece, nos arrebata para seguir con gratitud una de las noches más largas del verano.